

FREE ANTON (periodista)
Los días en que la euforia en Bengasi cedía paso a la depresión en cuestión de horas, al compás de los avatares en el campo de batalla, son el pasado. La realidad se impone testaruda en Libia y los ciudadanos son conscientes ahora de que, salvo un colapso precipitado e inesperado del régimen de Muamar el Gadafi, derrocar al dictador llevará tiempo.
En la plaza de Mahkama de Bengasi, los oradores suben a arengar y la música alienta a la población a resistir. Hay que mantener alta la moral. Los insurgentes han aprendido la lección y ya no se lanzan a pecho descubierto. Solo los exsoldados más experimentados tienen permiso para pelear en primera línea; los insurrectos cuentan ya con algunos equipos de comunicación y teléfonos por satélite; Catar ha proporcionado uniformes, y se han organizado brigadas que siguen las órdenes de oficiales. Pero todo ello es insuficiente sin disponer de un armamento similar al que almacena el Ejército de Gadafi, que tampoco avanza a las puertas de Cirenaica porque los cazabombarderos de la OTAN ya han destrozado varias columnas de blindados cuando se aproximaban a Bengasi. la intervención aérea de la coalición internacional. Y ahora se muestran dispuestos a aceptar la presencia de soldados foráneos en suelo libio, poco menos que herejía hasta hace unos días.
"Proteger a los civiles exige corredores de seguridad para suministrar ayuda humanitaria. Si esa protección solo puede lograrse con el despliegue de fuerzas terrestres extranjeras, no se hará ningún daño. El Consejo Nacional no observa esa posibilidad como una intervención militar extranjera", declaró la noche del miércoles Abdelhafiz Ghoga, vicepresidente del Gobierno de los rebeldes. La Unión Europea, de hecho, ya ha elaborado un plan para desembarcar en Misrata si es imprescindible para repartir ayuda humanitaria.
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